Lucía había decidido ir al súper. De todas formas, tenía que hacer la compra. Javi le había llamado para cancelar su cita para el fin de semana. Ana, su mujer, no se iba al pueblo como estaba previsto.
Ana: su mejor profesora en la universidad. No se merecía por marido un tío así. Ella tampoco un amante así. En ese mismo instante la vio al final del lineal. Del susto la lasaña se le deslizó entre las manos. Como su vida durante estos meses con Javi: resbaladiza, precocinada, al principio con sabor pero luego sin gusto. Carne. Sexo. Sólo eso.
Se agachó a recogerla y cuando se incorporó, Ana ya no estaba. Javi haciendo y deshaciendo a su antojo. Hasta hoy.
Sacó el móvil y llamó a su mejor amiga:
- Sole, soy Lucía, perdona que lleve cuatro meses sin llamarte. ¿Me perdonas?
El pasado ya no está, el futuro aún no existe, el presente es lo único que tenemos.
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lunes, 25 de noviembre de 2013
sábado, 23 de noviembre de 2013
Infiel Parte I - Ella (Ana)
Ana sabía que Javi le era infiel con Lucía, su mejor alumna. No era la primera vez. Sí la
última. Ella le había dicho que se iba en el primer autobús del viernes al pueblo, a ver a su madre. Empezaría su libertad comiendo a solas todas esas cosas que él le prohibía siempre.
Bajó el parasol del coche y observó en el espejito su peinado de vieja profesora de universidad. El color negro le tapaba las canas pero endurecía sus facciones. No era la más bella del reino. Entró en el súper.
Al pasar junto al pasillo de precocinados oyó un ruido seco y miró. Reconoció al instante la melena rubia, brillante y sedosa de Lucía, agachándose a recoger algo. Prosiguió su camino hasta la sección de lácteos y se detuvo. Respiró hondo. Un fluorescente se fundió. Lo supo. Su matrimonio había terminado. Para siempre.
última. Ella le había dicho que se iba en el primer autobús del viernes al pueblo, a ver a su madre. Empezaría su libertad comiendo a solas todas esas cosas que él le prohibía siempre.
Bajó el parasol del coche y observó en el espejito su peinado de vieja profesora de universidad. El color negro le tapaba las canas pero endurecía sus facciones. No era la más bella del reino. Entró en el súper.
Al pasar junto al pasillo de precocinados oyó un ruido seco y miró. Reconoció al instante la melena rubia, brillante y sedosa de Lucía, agachándose a recoger algo. Prosiguió su camino hasta la sección de lácteos y se detuvo. Respiró hondo. Un fluorescente se fundió. Lo supo. Su matrimonio había terminado. Para siempre.
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