viernes, 10 de octubre de 2014

RITUAL

Con la yema de los dedos recorro tu piel. Tersa. Perfumada. Suave.
Mi índice se desliza por tus pequeñas curvas con calma. Estamos solos y el tiempo nos pertenece.
La ventana de la habitación está entrebierta y la brisa de finales de verano se deja sentir entre tú y yo.
Me inclino y aspiro tu esencia, embriagadora, algo agria y algo dulce a la vez.
La luz del sol de la mañana entra a raudales e ilumina las sábanas dibujando aún mejor tus contornos, el tono tostado que tanto me gusta tocar.
Escuchando el tic tac de un reloj perseverante.
Me pongo de pies.
Desnudo.
Te mueves con levedad cuando abandono el lecho.
Abro la pitillera de plata. Tabaco entre mis labios.
Me giro para buscarte. Te sonrío.
Ahí sigues.
Dormido: mi diario de hojas de papel y tapas de cuero.
Mi yo todo entero.
En el hotel Mandarín.

1 comentario:

  1. Un relato brevísimo es un bombón de fino chocolate. Lo muerdes, lo deslizas por la boca, la llenas de él. Luego lo chupas con brevedad, casi con miedo, por si pudiera verte alguien. Muerdes más aún y saboreas su centro, y la cereza estalla, llenando de licor cada hueco, cada espacio, cada tiempo.
    Masticas con pena lo que queda, porque ya se acaba y era el último de la caja.

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