sábado, 7 de diciembre de 2013

Tetraedro

CARA I.


Aquel verano fue diferente. No regresé a casa. Volví de las vacaciones a mi nuevo apartamento. Mi primer mes de agosto sin ella y sin mis hijos. Los nuestros. Estaba solo. Me había quedado solo. Lo estaba con razón. Yo me lo había buscado. Ella me había perdonado muchas veces. Cada vez que me creía y volvía a saberla mía, sentía poder. Todopoderoso. Monarca de una tiranía con tres súbditos. La palabra perdón ¿qué significa? Sólo es una llave para poder abrir la puerta de una relación. Un día, la puerta no se abrió. En ella ponía respeto y yo... yo no tenía ni tengo esa llave. ¿Cómo pudo cambiar la maldita cerradura?

CARA II,

Tenía doce años. Mamá fue a recogerme a la parada del autobús. Como si no tuviera importancia me preguntó si papá me había dicho algo la noche anterior. Le respondí que sí, que me había dicho que me quería pasara lo que pasara. Hoy sé que su forma de querer es egoísta. Cuando volvimos a casa y vi que me había dejado sus tebeos de colección de Mortadelo y Filemón y un tanque en miniatura, tuve claro que se había ido para siempre. Fui a ver a mamá, que estaba en la cocina y se lo dije.

CARA III

Tenía nueve años. Mamá me dijo que papá se había ido de viaje y me extrañó. Le pregunté si había dicho adiós. Ella dijo que no. Pasaban los días y papá no volvía. Fui a ver a mamá, que estaba en la cocina y pregunté: "¿Cuándo vuelve papá?". Ella contestó: "No va a volver". Yo repliqué: "No te creo". Me cogió de la mano y me fue enseñando la casa, todos los objetos ausentes de papá,  en los que yo no había reparado, hasta que llegamos a su habitación y abrió su armario. Estaba vacío. Empecé a llorar. Mi hermano vino y afirmó muy serio: "No sé porqué  se lo has contado, te avisé que iba a llorar mucho cuando se enterara".

CARA IV.

Fue un verano feliz. El nos había abandonado sin avisar una mañana de junio. Aprovechó que los niños estaban en el colegio y que yo tenía médico. Cuando fui al cajero y vi que se había llevado todo el dinero, no sé... no sé lo que pensé, pero sí recuerdo que sentí vértigo. De golpe intuí todo lo que se me venía encima. Cuando volví a casa... ¡Cómo estaba la casa! Patas arriba, en lugar de un marido, parecía que había pasado un ladrón. Tal vez así había sido. Había pasado por mi vida uno que me había robado años de mi vida, no los mejores, porque bien se encargó él de que no fuera así. No tenía dinero. Sólo a mis hijos y la responsabilidad de salir adelante. Por fin, me tenía también a mí misma. Para mí sola. Para reconstruirme, para dejar de ser esclava, para volver a ser persona. Caminaba por el pasillo de casa y no tenía miedo, así que cambié la cerradura de mi corazón. Ponía respeto, ya no la abría un "perdón".








No hay comentarios:

Publicar un comentario