martes, 11 de febrero de 2014

Amor Negro

Supongo que tú ya lo sabías cuando me mirabas en silencio desde tus ojos negros.

Yo mantenía la mirada, no por retarte, sino por sentirme mimada.
Me mimaba tu mirada.
Me sigue mimando.
Y vuelvo a llorar cada vez que recuerdo que has muerto.
Porque un abuelo nunca debería morirse.
Debería estar prohibido que un abuelo muriera primero.
Deberíamos morirnos todos a la vez.
Así nos ahorraríamos la pena.
Claro, para eso deberíamos nacer todos a un mismo tiempo.
Entonces yo ya no podría ser una niña y tú
un hombre adulto en mi recuerdo.
Tal vez ya no pudieras ser mi abuelo.
Y es porque tú eres él que yo te quiero.

Recuerdo que cuando vino la ambulancia a buscarte
y te llevaron al hospital
nos quedamos todas fuera en la acera,
mirando cómo te ibas allí adentro con la abuela.
No pude despedirme de ti entonces.
Ni tampoco ahora.
No puedo decirte adiós.
Si te digo adiós yo me muero.
Y muerta no podría mirar a mis hijos
como tú me mirabas a mí
desde tus ojos
negros.

No pude despedirme de ti
porque mi madre dijo en el hospital
que las niñas no entren, que no le vean así las niñas.
Pero yo no quería verte.
Yo sólo quería volver a mirar
una vez más
tus ojos
negros.

Sólo
me
quedan
los
recuerdos.

Ya sé que tú me dirás
que sólo existen
de verdad
los recuerdos,
que todo pasa tan rápido
que
el presente
ya es
recuerdo.
Pero es que yo...
te echo de menos...
de más te echo.

Y, a veces pienso que me hablas,
pero no es así.
Sólo son
pensamientos.
Pero disfruto
pensando
que has vuelto para seguirme...
mirando
¿pensando te quiero?
Y es que yo
también te quiero.

Te fuiste.
Y
en la
ausencia
de tu mirada caliente
todo se volvió
frío y distante.
Blanco.
Por eso la nieve es blanca,
porque es fría.
Y la ambulancia.
Y el pasillo del hospital.
Y tu lápida.
Y el carbón
caliente
como tus ojos
negros.

Y he querido morir
mil
veces.
No soporto el mundo cruel, desigual, injusto.
Pero desde tu mirada
aprendí
que había algo
bueno.
La mirada de un abuelo que,
condenado a morir,
sólo quería
como último deseo
seguir viviendo.

Tu deseo te fue concedido,
abuelo.
Sigues vivo en mi mirada y en mis ojos
negros.

Supongo que

ya lo sabías
cuando
me mirabas
en silencio
desde tus ojos
negros.

1 comentario:

  1. Hola Patricia, és muy triste... me ha pillado bajo o algo, pero me he emocionado.

    ResponderEliminar